Las armas. La colección de piezas de armería, permite bucear en la idiosincracia de una famiulia de elevada posición social y económica, en el siglo XIX. La caza fue una de las actividades heredadas de la clase nobiliaria por la nueva burguesía adinerada. Un proceso de mimetismo social hizo que se practicara y, para ello, adquirían armas de calidad, con los accesorios necesarios a juego. Como familia de gran capital poseían, además, armas defensivas o de protección personal para preservarse de robos y asaltos. Los bastones formaban parte de la indumentaria masculina de la clase acomodada, dentro de la colección familiar existen dos que ocultan mortíferas armas. El primero encierra en su interior una estrecha y aguzada hoja de estoque de sección triangular, pavonada en azúl. La otra es una escopeta perfectamente integrada en la estructura del bastón. La platería. La colección de platería está compuesta por piezas de carácter civil y religioso atesoradas a los largo de varias generaciones de cada una de las dos ramas principales de la familia, los Sierra-Pambley y los Fernández Blanco. Dentro de los civiles, los más abundantes son las piezas de mesa, diversas cuberterías y útiles para el servicio de las comidas, con cazos, paletas o cucharones. Entre estos elementos de carácter doméstico también aparecen algunas piezas de aseo y objetos de fumador. Uno de los factores que más llama la atención es la dispar procedencia de sus objetos. Se pueden encontrar piezas de palta fundidas en León, Córdoba, Madrid, Astorga, Vitoria, Valladolid, Oviedo, Sheffield, Francia y México. Los tejidos. En la vivienda se usuaron suelos aislantes de la humedad y del frío a la vez que altamente decorativos. Los anchos de los paños solían ser de 70 centímetros, y se unían unos a otros casando la decoración, como se observa en las moquetas de esta casa, para lograr la sensación de ornamentación campo contínuo. Los motivos son, siguiendo la moda de mediados de siglo, oscuros y abigarrados. Tanto las ideas decorativas como les tejidos utilizados parecen indicar la ausencia de toda participación femenina en los resultados finales. Se puede presumir que fue Don Segundo el que se hizo una casa a la medida de su particular concepción de la representación social y de la vida cotidiana, sin contar con el hábito vital presente en las viviendias en las que se aprecian los recuerdos dejados por varias generaciones de mujeres.
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